La veterinaria Rachel Malkani analiza una nueva herramienta de evaluación del bienestar de los perros.
Los perros se enfrentan diariamente a factores estresantes que van desde necesidades básicas, como el hambre y la sed, hasta una amenaza en su entorno. En este sentido, “el estrés fisiológico y psicológico permite a los perros adaptarse, afrontar la situación y sobrevivir”, señala la veterinaria Rachel Malkini, miembro de la Asociación Británica de Comportamiento Veterinario.
“Eustress, denominado a menudo como estrés bueno, implica esfuerzos adaptativos normales para responder a una situación, como el uso de habilidades de resolución de problemas en un juego. Mientras tanto, la angustia es inducida por una experiencia negativa, que puede ser prolongada y tener impactos fisiológicos perjudiciales que pueden afectar la función inmune y el tiempo de recuperación”, comenta.
En estados de angustia, el sufrimiento a menudo ocurre debido a una incapacidad para afrontar la situación o a mecanismos de afrontamiento ineficaces. Sin embargo, es importante recordar que la forma en que un perro responde a un factor estresante, percibido o genuino, es muy subjetiva y varía según el individuo.
Asimismo, hay una serie de factores estresantes en el entorno veterinario que pueden causar angustia y bienestar deficiente, como el manejo y los procedimientos. “Al limitar la capacidad del perro para controlar su entorno y causar potencialmente malestar y dolor, es probable que los perros experimenten una variedad de emociones negativas en la clínica veterinaria. Es fundamental poder reconocer cuando los perros tienen dificultades para afrontarlo y, en la práctica veterinaria, el enfoque más práctico es observar el lenguaje corporal. Los indicadores sutiles de un malestar creciente pueden incluir lamerse la nariz, girar la cabeza y bajar la postura corporal. Esto puede provocar signos más pronunciados, como meter la cola entre las piernas, sujetar las orejas hacia atrás y alejarse activamente del factor estresante”, explica.
Por el contrario, “algunos perros pueden mostrar comportamientos de desplazamiento, como olfatear o actuar de forma juguetona”, advierte. Por lo tanto, es importante no dar por sentado que un perro que muestra estos comportamientos no se encuentra en un estado emocional negativo.
En ocasiones, la intensidad de estos signos puede aumentar a indicadores más abiertos, como gruñidos o mordiscos. Sin embargo, la veterinaria insiste en que otros perros también pueden estar muy quietos, congelados y mirando fijamente. “La interacción de la genética, las experiencias pasadas y las expectativas influirán en la capacidad de un perro para afrontar diversos factores estresantes. Por lo tanto, la respuesta a una amenaza es altamente individual y puede variar entre contextos”, subraya.
ANIMAL WELFARE ASSESSMENT GRID
En relación a esto, durante la investigación del doctorado, Malkini analizó el desarrollo de una herramienta de evaluación del bienestar de los perros en línea, Animal Welfare Assessment Grid (AWAG), que se ha utilizado en la práctica clínica para evaluar perros sanos, perros con dolor crónico y perros con trastornos del comportamiento.
“En comparación con los perros sanos, los perros con dolor y problemas de conducta mostraron más signos de comportamiento indicativos de estrés y también una menor capacidad para manejar eventos. Además, en sus vidas en general, se encuentran con estímulos que desencadenan miedo y ansiedad con más frecuencia que los perros sanos, y también tardan más en recuperarse de un factor estresante”, señala.
Además, la veterinaria recalca que, en su investigación, “también encontró que los perros que tienen mejores interacciones sociales en su vida se recuperan de los factores estresantes más rápido que los perros que tienen peores interacciones sociales cuando tienen un trastorno de conducta. Esto sugiere que los perros, al igual que los humanos, se benefician de vínculos emocionales seguros y vínculos fuertes, lo que les permite afrontar el estrés de forma más eficaz”. Y añade que existe evidencia sólida que demuestra el impacto positivo de los apegos seguros.
Otro hallazgo reveló que existe una correlación significativa entre la frecuencia con la que un perro con un trastorno de conducta encuentra estímulos que causan miedo y ansiedad y el comportamiento durante la evaluación AWAG (que van desde la calma y relajación hasta incapacidad para afrontar la situación).
“Esto sugiere que, al examinar a un perro con un trastorno de conducta, si con frecuencia tiene miedo en su vida diaria, esto puede ser indicativo de mecanismos de afrontamiento más deficientes durante una consulta veterinaria”, exclama.
Finalmente, la investigadora explica que, para tener en cuenta todo esto en la práctica, “podemos asegurarnos de que los perros no sean empujados más allá del umbral de lo que pueden afrontar”. Por ejemplo, si se realiza un procedimiento, se pueden prever pausas periódicas para permitir su normalización.