Son tres casos de éxito de Argentina, Brasil y Chile que se analizaron esta semana en el Congreso Internacional de Innovación Láctea. El futuro ya llegó.
Un paquete de yerba mate que cuesta un poco más pero que lo elabora una empresa que se propuso ayudar a las comunidades originarias de Misiones. Una marca de anteojos chilena que hace los armazones de los lentes con plástico que contaminaba el océano. Una compañía global de ropa de aventura que sólo utiliza algodón y fibras de proveedores que trabajan con sustentabilidad.
Con estos tres primeros ejemplos comenzó el Congreso Internacional de Innovación Láctea (CIIL), que organizaron esta semana la Bolsa Rosarina, el Grupo Chiavassa y Adecoagro y el Banco de Alimentos de Rosario.
Los anteojos, la yerba y la ropa técnica outdoor parecen no tener nada que ver con la lechería. Pedro Tarak, referente de Sistema B Internacional, explicó que lo que tienen en común esas empresas es la visión de colaborar a transformar el mundo en un lugar mejor para las personas y la naturaleza. Los tres casos exitosos de tambo que se presentaron después mostraron que este es un horizonte posible y necesario para el sector lechero.
El primer caso que se contó es la experiencia del establecimiento IMBO, que tiene su base en Adelia María en el sur de Córdoba. “Nos dimos cuenta que no podíamos crear realidades distintas si nosotros somos los mismos”, reconoció la ingeniera María Pía Bonamico, integrante del directorio de la empresa.
Manejan un tambo con 660 vacas en ordeñe y desde el año pasado a la mitad del rodeo lo ordeñan seis robots en un sistema de encierre automatizado y con camas de compost. El promedio es de 34 litros diarios por vaca, pero esperan alcanzar los 40 litros cuando armen un segundo galpón con robots y todo el sistema esté afinado (ahora el resto del rodeo se trabaja bajo un modelo confinado dry lot).
El eje de la sustentabilidad se lo toman muy en serio: reutilizan los “purines” para fertilizar y armaron un sistema de gestión del agua muy interesante.
“El techo del galpón tiene un sistema de canaletas para recolectar la lluvia, es como un aljibe que puede almacenar dos millones de litros”, contó Bonamico. El agua les sirve para los bebederos y para limpiar todas las instalaciones.
En el techo que da al norte instalaron calefones solares y van a colocar paneles fotovoltaicos para abastecer los más de 80 ventiladores que alivian el estrés térmico de las vacas.
Tienen una política de puertas abiertas: hay una oficina con terraza dentro del galpón para que cualquiera pueda ver cómo se maneja el tambo. “El que hace las cosas bien no tiene por qué tener miedo de mostrarlo”, insiste Bonamico.
Y ahora van detrás de dos objetivos: mejorar la fertilidad de sus suelos con el abono animal y desarrollar un sistema de trazabilidad, a partir de la tecnología de blockchain, para certificar la calidad de la leche, el bienestar animal y el cuidado del ambiente.
“Sabemos que nuestro producto ya no es la leche. Los consumidores quieren saber qué están tomando y qué comen nuestros animales, entre muchas otras cosas”, reconoció Bonamico.
Un sueño parecido tiene Miguel Aparicio, el gerente general de Agrícola Ancali, una de las empresas lecheras más grandes de América Latina. “Uno de nuestros objetivos es que haya un código QR en el sachet que le permita al consumidor saber exactamente cuándo fue ordeñada la leche que está comprando”, adelantó.
En la ciudad chilena de Los Angeles, unos 500 kilómetros al sur de Santiago de Chile, Aparicio está al timón de un tambo con 5.800 vacas en ordeñe que produce 202.000 litros de leche por día y 73 millones de litros al año.
En los últimos seis años, en forma progresiva, automatizaron toda la gestión del tambo. El ordeñe lo realizan 72 robots que están repartidos en los distintos módulos del establecimiento.
[ Leer nota completa aquí ]
Fuente: Gastón Neffen - Clarín.com