En la discusión por los precios, se cuela la idea de que “el pasto que comen las vacas no tiene costo”. El impacto del mixer, entre otras tecnologías que modernizaron la actividad.
El trasfondo de la meneada cuestión del precio de la carne y la tentación de abaratarla en nombre de “la mesa de los argentinos”, es la visión bucólica que prevalece en el imaginario colectivo acerca de lo que es la actividad ganadera. Una imagen alimentada por propia tropa, tan proclive a seducir a la sociedad con la imagen cautivante de las vacas pastando.
Ya hace unos cuantos años me sorprendió un taxista, con una típica lección de economía: “a mí cuando me suben la nafta tengo que subir la tarifa. Ahora, cuando sube la carne ¿es porque subió el pasto?” Así debe pensar, por ejemplo, el secretario de Comercio, Roberto Feletti. La conclusión es que "estos señores ganaderos son especuladores que se aprovechan de la demanda china para llenarse de dinero con el pasto". Que es gratis y además, según dijo esta semana la conductora y modelo Ursula Vargues, es de todos.
Bueno, los tiempos cambian. La teoría del pasto no corre más, y nada mejor para ejemplificar que contar la historia de una herramienta que se ha convertido en infaltable: el carro mezclador de raciones, el “mixer”. Hace cincuenta años no existía.
Como todos los fenómenos de avance tecnológico en ganadería, siempre es el tambo el que toma la punta. El tambo era básicamente un rodeo de cría que se ordeñaba. La evolución ha sido fascinante. A mediados del siglo pasado, los tamberos ordeñaban a mano, con “apoyo” del ternero, que estaba al pie de la madre todo el día. Y se lo apartaba al momento del ordeñe. Las vacas solo comían pasto, producían ocho litros, la mitad para la cría y la mitad para la venta.
De pronto, llegó la ordeñadora mecánica. Al tiempo se vio que convenía colocarla adentro de un tinglado. Y alguien descubrió que la vaca entraba mejor si se la tentaba con un bocado de ración. Apareció el balanceado y tuvo otro efecto: el aumento de la producción de leche por vaca y por día. Un golpe de soguita para las vacas menos productivas, dos golpes para las que rendían más. Y ya se apartaba al ternero, porque encima se empachaba.
Fue polémico, porque el tambero no estaba acostumbrado a firmar muchos cheques. A pesar de que los resultados eran contundentes, parecía que la lechería se contaminaba con métodos foráneos. Se evaluaba que el más eficiente era el que daba menos granos por litro de leche producía.
A mediados de los 80 arranca el silo de maíz. Ahora teníamos dos interferencias: el balanceado y “la reserva forrajera”. A alguien se le ocurrió juntarlos en un carro. Llegó el mixer. Cuando se generalizó, los productores dieron otro paso al frente: se convirtieron en chef de sus vacas. No quisieron comprar más balanceado, que al fin y al cabo se hacía con su propio maíz. Empezaron a comprar subproductos como el afrechillo, la hez de malta, la semilla de algodón. Aparte del silo de picado fino, de maíz, sorgo o pradera. Y luego, cuando llegó la industria del etanol, la burlanda.
El mixer es la única herramienta que no puede estar en manos de un contratista trashumante. Hace falta al menos uno en cada explotación, porque las vacas comen todos los días y más de una vez por día. La demanda creció en forma explosiva. A principios de los 80 había un solo fabricante, don Darío Minervino en Chivilcoy. Todo un pionero, pero chocó contra la tradición de la vaca procurándose el pasto de cada día. Era lo más barato. Pero poco a poco se fue descubriendo que lo barato es carísimo cuando no existe. O cuando tenemos que producir parejo todo el año, y más durante el invierno que es cuando las usinas necesitan leche.
Hoy hay mixers de todos los gustos. Y lo mismo pasa en Brasil, donde a pesar de ser los mayores exportadores de proteínas animales del mundo, venían progresando con retardo respecto a nuestra ganadería. Hoy están a full, y aquí también. En la provincia de Córdoba, que lidera en todos los avances tecnológicos, ahora se vive la era de la estabulación, lo que redobla la demanda de carros mezcladores. Enorme competencia entre marcas emblemáticas: Mainero, Akron, Montecor, Gea, M&S.
La ganadería ya no es lo que era. Si no cambiaba, ya hubiera desaparecido.
Fuente: Héctor Huergo - Clarín.com