La Fundación del Español Urgente la eligió palabra del año: “Vacuna” fue vocablo insoslayable en 2021 en el debate social, político y económico en el mundo.
A pesar de tanto dicho, todavía hay cuestiones para descubrir. Una de ellas es la historia de Mary Wortley Montagu, pionera de la inmunización, cuyo nombre no aparece a la hora de los créditos. Nacida Mary Pierrepont en 1689, fue una aristócrata británica curiosa y viajera, muy diestra en el género epistolar, con varios libros publicados con su correspondencia y opiniones muy de avanzada sobre el rol de la mujer en la sociedad, que se fugó del hogar paterno para casarse con el duque que amaba y que le legó el apellido.
Víctima de la viruela, que a ella le dejó cicatrices y a su hermano le provocó la muerte, Mary logró un descubrimiento que se anticipó más de medio siglo al de Edward Jenner y su vacuna contra ese mal. Con su marido destinado como embajador en la hoy Estambul ella observó que las mujeres turcas buscaban inducir en los chicos un caso leve de viruela a través de un “injerto”.
Este consistía en tomar el pus de la pústula que provocaba la enfermedad e introducirlo, a través de una incisión, en el brazo de la persona que buscaban proteger del mal.
“Hay un grupo de ancianas aquí que se dedican a realizar la operación, cada otoño... miles se someten a esto... (y no hay) un solo ejemplo de alguien que haya muerto por ella”, escribió Mary, y reprodujo la BBC.
Después de convencer al cirujano de la embajada, lo practicó con su propio hijo. En 1721, ya en Londres y en medio de una epidemia de viruela, repitió la práctica con su hija. Dicen que Voltaire fue uno de los que celebró la iniciativa, que adoptó buena parte de la realeza europea.
Tres siglos después, Lady Mary Wortley Montagu aún espera el reconocimiento del mundo.