Ituzaingo, Corrientes.- El 20 de febrero el viento conspiraba y sembraba terror de que en los pastizales ya arrasados por las llamas se reavivara el fuego. En la reserva natural Don Luis, en el corazón de los Esteros del Iberá, la situación era desesperante. Se habían quemado 1200 de las 1600 hectáreas que tiene ese predio. En Corrientes había ardido el 12 por ciento de su territorio. En un charco de barro espeso, que hacía de refugio de ese fenómeno que tenía ínfulas de apocalíptico, convivían en armónica desesperación carpinchos, yacarés, aves y serpientes.
Picadura de yarará
Alejandra Boloqui, la coordinadora de Fundación Cambyretá para la Naturaleza (Fucana) y de la reserva Don Luis, admite que a veces cuando mira alrededor no logra entender lo que pasó. El fuego los había acorralado. Las llamas estaban a metros de la casa donde vive con su pareja Cipriano Oporto, con quien improvisó cortafuegos. En esos días entraron en un clima de desesperación. A Oporto lo picó una yarará y le tuvieron que aplicar cinco sueros antiofídicos ante el poder del veneno que tenía la serpiente, que también se defendió mientras huía de las llamas. La reserva está unos 40 kilómetros dentro del portal Cambyretá, uno de los accesos a los Esteros del Iberá, ubicado sobre la ruta 12, el camino que une la capital correntina con Ituzaingó. “Por suerte, en marzo las lluvias fueron intensas. Cayeron más de 200 milímetros en una semana. Con esas precipitaciones se terminaron de apagar los focos que quedaban ocultos en los pastizales y todo empezó a renacer a una velocidad increíble”, señala Boloqui. La coordinadora de la fundación Cambyretá para la Naturaleza advierte que en febrero, en el pico de la crisis, el temor a que murieran una gran cantidad de animales atrapados en las llamas era palpable. “Nos dimos cuenta que los animales tienen un instinto de protección más grande de lo que creemos y la mayoría logró alejarse. El impacto en la fauna fue menor al pronosticado en un principio”, asegura. La semana que viene un equipo de biólogos del Conicet empezarán a realizar un estudio en los Esteros para medir el impacto de los incendios en la fauna autóctona. “Temíamos por los guacamayos rojos, que están en peligro de extinción. Pero vemos que ahora reaparecieron en los montes nativos”, destaca. “Los incendios parecían apocalípticos y uno llegó a pensar que todo se terminó, pero la naturaleza es tan increíble que se regenera a una velocidad arrolladora”, explica la mujer y muestra un árbol de curupí que tiene el tronco íntegramente quemado. Por arriba comienzan a verse unos diminutos brotes verdes. “Hace tres meses parecía que moría y ahora muestra que tiene vida”, comenta Boloqui.
Reforestar con árboles nativos
Marisi López, coordinadora del proyecto Iberá de Rewilding Argentina, admite que nunca vio, ni vivió, lo que ocurrió a principios de año con los incendios. “El fuego caminó sobre los esteros”, grafica. “Fueron los incendios más grandes de la historia de la zona y el impacto fue tan severo porque desde hacía dos años había una sequía muy intensa, a la que se sumaron altas temperaturas –varios días de más de 40 grados- y viento del norte. Esto provocó un desastre de tal magnitud que afectó al 23 por ciento del parque nacional”, apunta. El problema más grande en la zona del Iberá fue que el fuego afectó zonas de forestación nativa, que sirven de refugio natural y de supervivencia para los animales. Los incendios destruyeron bosques de timbó, lapachos y curupí, que son claves en este ambiente. En el sector denominado Yerbalito, el impacto de las llamas fue muy severo. “La idea es reforestar con árboles emergentes, es decir, que tienen una altura de dos metros, para empujar a la flora nativa a que se recomponga. Creemos que de esta manera va a ser más rápido el fortalecimiento de los árboles, que van a ayudar al resto de la flora”, explica López. Las lluvias que cayeron después de los incendios ayudaron a que crezcan los pastizales en las zonas más bajas, que son las primeras que recuperan su humedad. El problema a mediano plazo es que estas zonas de bosques nativos son más altas y va a llevar más tiempo que vuelvan a su estado natural previo a los incendios.
El impacto en los animales nativos del Iberá fue bravo, aunque, como detalla Marisi, menor a los pronósticos iniciales. Los siete yaguaretés que Rewilding reinsertó en este último tiempo lograron refugiarse y pasar el momento crítico, según el monitoreo que el programa realiza sobre los animales de manera permanente. Esa especie está extinta desde hace 70 años en la zona y los yaguaretés pasaron una prueba intensa para sobrevivir por las suyas. Los animales que más padecieron los incendios fueron los más abundantes en esa zona, como los yacarés, carpinchos y mulitas. “Creemos que por sus ciclos naturales estas especies se van a recuperar de forma más rápida. El temor más grande era con aquellas especies en peligro de extinción, como los osos hormigueros, los guacamayos rojos y los pecaríes, entre otros. Pero tras los relevamientos que se hicieron creemos que el impacto fue menor al que se había pronosticado en un principio”, reconoce López. La coordinadora del proyecto Iberá de Rewilding se esperanza con que este trágico episodio sirva para replantear ciertas prácticas tradicionales, como la generación intencional de incendios en áreas productivas. “La crisis que provoca el cambio climático y las consecuencias que genera deben llevarnos a utilizar estas prácticas de incendios controlados de manera responsable y con cuidados intensos”.