En 2019 el INTA inició el manejo holístico en un campo degradado del centro-norte santafecino. Hoy, aunque sigue sin llover, aumentaron la producción y la calidad del pastizal y lograron buenas preñeces. La experiencia ya se diseminó a 90 ganaderos provinciales y algunos podrán monetizar el carbono el año próximo.
El INTA San Cristóbal, Santa Fe, aplicó el manejo holístico en un campo de cría de 600 ha, representativo de la zona, a fin de lograr índices productivos y económicos superadores mediante la regeneración del pastizal natural. La MV Virginia Mazzuca, responsable de la unidad demostrativa Nueva Palmira, explicó por qué adoptó esta tecnología -que ya sumó 70 mil hectáreas en 90 establecimientos provinciales- y presentó los resultados obtenidos en medio de una sequía extraordinaria y los adelantos en el nuevo negocio del carbono acopiado en los suelos.
“Ingresé al INTA en 2019 y me especialicé en manejo holístico porque es una metodología muy aplicable en la región y considero que es hacia donde deben ir estos sistemas productivos. Soy la tercera generación de ganaderos de mi familia y adopté el mismo sistema en nuestra empresa, o sea, que vivo la experiencia como técnica y productora”, afirmó Mazzuca, detallando que la tarea se hizo mediante un convenio con Ovis 21, organización que busca promover la recuperación de los suelos a través de la producción bovina.
Nueva Palmira era un campo degradado, históricamente desmontado y labrado, donde se hacía ganadería muy extensiva sobre gramillas, sin apotreramiento ni planificación del pastoreo, algo común en el centro-norte santafecino.
“El proyecto comenzó con la construcción de 35 potreros y sus respectivas aguadas, que en estos suelos -clase 6 y en algunos casos 7- nos permiten mantener 400 vientres para venta de terneros al destete. Esto significa una carga de 0,8 a 0,9 EV/ha. que es elevada para la zona, donde se manejan 0,6 a 0,7 EV/ha”, recordó, indicando que las inversiones se hicieron con recursos de la Asociación Cooperadora del INTA Rafaela. “Nos exige resultados económicos por lo que funcionamos como cualquier empresa ganadera”, aclaró.
¿Por qué esa subdivisión? “Manejamos los vientres por categorías en una cantidad de potreros donde puedan rotar para dar suficiente descanso al pastizal. La idea es que además de producir terneros, la vaca sea una herramienta que contribuya a regenerar los suelos mientras bostea y corta y consume el material vegetal”, respondió.
Una decisión importante fue la mejora estratégica de ciertos sectores del campo. “Se llevaron adelante en donde los vientres lo requieren. Por ejemplo, en los potreros para vaquillonas hicimos intersiembras de melilotus y trébol blanco para cubrir el bache forrajero invernal. Y en los que van a recría de terneras, sembramos además Grama Rhodes, una megatérmica que se adapta muy bien la zona. En cambio, para las vacas no se hicieron intervenciones al gramillar”, describió Mazzuca.
El objetivo es contar con una comunidad biodiversa de especies, donde gramíneas y leguminosas estén en las proporciones adecuadas para poder cubrir todas las necesidades de los animales. “Cada año medimos la evolución del pastizal en cantidad y calidad. Y ya se está registrando la aparición de algunas que estaban en el banco de semillas del suelo, como las Paspalum, que dan buen pasto en verano”, pormenorizó. Y aclaró: “Hay campos donde esas intersiembras no han sido necesarias. En nuestro caso fue así porque empezamos con recursos muy degradados, pero en otros, solo con la planificación del pastoreo va mejorando la oferta forrajera”.
¿Cómo se planifica? El plan de pastoreo que realiza el INTA y OVIS 21 con la participación del personal de campo, depende de la tasa de crecimiento de las especies.
Hacemos una programación para los meses primavero-estivales cuando el pastizal se recupera entre los 50 a 100 días. Es decir, si el crecimiento es elevado volvemos al mismo potrero a los 50 días y cuando disminuye lo hacemos a los 100 días”, indicó Mazzuca, refiriéndose a la necesidad de darles más tiempo para que las plantas puedan multiplicarse y contar cada vez con más biomasa. “Hay especies que si se pastorean antes de los 50 días no pueden reproducirse y se van perdiendo, que es lo que pasa muchas veces con el manejo tradicional”, advirtió.
La situación cambia en otoño-invierno, la temporada de muy bajo crecimiento. “Ahí el tiempo de ocupación de cada potrero depende de la cantidad de materia seca acumulada en el período anterior”, afirmó Mazzuca, refiriéndose a que en esta etapa se hace un balance forrajero convencional según la demanda de las distintas categorías.
Otro aspecto interesante de esta metodología es que limita la cantidad de horas trabajadas a campo. “En Nueva Palmira, donde además de los 400 vientres en servicio, tenemos 160- 200 terneras en recría y 11 toros, contamos con un solo colaborador para el manejo del día a día”, reveló. ¿Cuál es el secreto? “Gracias a la planificación, utiliza un calendario que le indica dónde tienen que estar los animales y qué día le toca a cada parcela. Y, con la docilidad que agrega este tipo de manejo, la tarea le lleva unos pocos minutos. Abre la tranquera y espera ahí, no tiene que ir a buscarlos. Los bovinos se acostumbran rápidamente”, aseguró.