A los 18 años inventó la hug box, o caja de los abrazos: podía recibir, de manera mecánica, la contención que su aversión al contacto físico le impedía tener.
A los 6 meses de edad su madre entendió que algo pasaba: su hijita rechazaba sus abrazos. Sería el comienzo de un largo camino que, allá por los 50, emprenderían juntas en busca de respuestas. No fue hasta sus 40 años que Temple Grandin fue diagnosticada con autismo. La lucidez materna dio sus frutos: en vez de a una institución psiquiátrica, como le recomendaban, llevó a su hija al Boston Children’s Hospital. Allí, con terapias personalizadas, Temple logró empezar a hablar y pudo desarrollar una serie de habilidades.
Víctima de bullying en la escuela (“Era una niña rara que todo el mundo ridiculizaba”, recordó) una estadía en el rancho de sus tíos sería crucial. Cuidar caballos y montarlos se convirtió en parte de su terapia; observó allí que los animales también tenían problemas emocionales y se dio cuenta de que las vacas se tranquilizaban cuando las colocaban entre dos placas metálicas, comprimiéndolas por los lados.
A los 18 años inventó la hug box, o caja de los abrazos, con un mecanismo similar: podía recibir así, de manera mecánica, la contención que su aversión al contacto físico le impedía tener. Se graduó en Psicología, obtuvo un Master primero y un doctorado después en Zoología y se especializó en Etología, la ciencia que estudia el comportamiento animal, y es profesora de esa materia en la Universidad de Colorado.
Grandin observó que ciertos detalles del ambiente podían modificar la forma en que los animales reaccionaban y se convirtió en defensora de una vida, y una muerte, menos dolorosa para vacas o cerdos, apuntando a una explotación “segura, eficiente y rentable”. Así, por ejemplo, diseñó corrales curvos que reducen el estrés y provocan menos heridas en las reses.
Hoy por hoy, la mitad del ganado en Estados Unidos está alojado en instalaciones creadas por ella. Antes de Grandin en uno de sus libros, nadie había brindado una narrativa personal sobre el autismo, como reconoció Oliver Sacks. Con 76 años recién cumplidos, una película sobre su vida, varios títulos publicados y honores de todo tipo, la mujer que piensa en imágenes sigue inspirando a generaciones.
Fuente: Silvia Fesquet - Clarin.com